Monday, December 21, 2009

Mingi-Travel Pocket Size

En la universidad intergaláctica, policultural, ecléctica y tres veces H en la que estudié e impartí mis conocimientos recuerdo que para fomentar la creatividad mediante ejercicios cuyos resultados siguen siendo cuestionables pa' mi; había uno que particularmente me gustaba y era encontrar o inventar algo a partir de algo ya existente o similar. Es decir un producto "novedoso" basado en otro producto.

En fin, nunca se me ocurrieron productos que pudiesen servir de algo, sólo los Tampax Menthol o Tampax Chamoy, o la empresa Publi-Can en donde se rotulaban y alteraban genéticamente a los perros callejeros para que fueran marquesinas móviles. Pero en particular hubo uno que al discutirlo con alguno de mis compañeros me dijo que no era nada rentable, ni práctico.

Pero cual fue mi sorpresa cuando hoy buscando regalos de navidad en Amazon veo esta joya igual a la que alguno de mis obtusos publicistas criticó y atrompetilló al escuchar mi idea.

Y ahora se vende como pan caliente en esa cháchara que llaman Internet:

Lo mejor del "GoGirl" es el nombre, el logo y el vasito receptor.
Esto fue encontrado en la búsqueda de llaveros para viajeros en Amazon. Aún conservo mis dudas de la existencia de este producto. Y si alguien lo usa, sería grandioso escuchar la experiencia personal de la usuaria.

Inserte slogan para el GoGirl.

Gracias por leer
PAZ

Wednesday, December 02, 2009

La vaquita del señor Wong

La pasada noche, mientras contemplaba mi reino desde mi ventanal, reflexionando las medidas tiranas que han sucumbido a los habitantes de los municipios dominados, me golpeó como una patada de cebra un sueño incontrolable.

Inmerso en los colores vibrantes del sueño, un viejito muy parecido a mi, refinado como el vodka y añejado como el mezcal, me llevó a un viaje introspectivo hacia mi pasado, la brutalidad con la que me golpeaban en aquel internado, la crueldad inocente con la que abusábamos de “Teto” en la escuela, las amenazas reaccionarias en contra de mis opiniones, las risas, los gritos, los territorios conquistados, los territorios perdidos, las partidas de Risk, la música, las peleas entre mujeres, los amores a escondidas en espectáculos de nivel mundial, la adopción de mi hermana (que aún cree que es hija de mis padres), las aventuras, etc. Hasta que llegamos a una anécdota que, cuya cicatriz profunda, ha permanecido por lustros y décadas.

SFX: escalas de arpa en transición acuosa.

Exterior. Jardín casa de Un tal Juan. Día.

Comida familiar, tíos, tías, padres, y el abuelo consentidor (q.e.p.d.), orgulloso de sus nietos (más bien de su nieto, porque su nieta era adoptada), a quienes otorgó dos chocolates, un simple detalle, hubiere dicho él, dos vaquitas wong, que en lo particular nunca había probado. Los ojos de ese Yo niño se vieron apagados cuando la madre -jueza del bien comer, verdugo de la recompensa postprandial- condenó con una sola oración: “…para después de comer”.

El joven UnTalJuan de apenas 6 años de edad, se comió todo lo que le dieron, la verdurita, la carnita y el arrocito, esperando la llegada de la ingesta del presente de su abuelo.

En la sobremesa mientras, debatíamos de los regímenes soviéticos mi querida tía Pati, experimentó en carne propia los estragos del llamado patatús. -¡Las sales! –gritaban unos,

-¡acuéstenla! –proponían otros.

-¡denle un pan, o un chocolate, se le bajó el azúcar!

En medio del telele, yo me inclinaba más por la idea del pan. Nunca me preguntaron. No recuerdo quien tomó la vaquita wong que estaba ahí, se la dieron a mi tía Pati y el siroco se fue. Se fue junto con mi vaquita wong.

Siempre me pregunté cómo hizo mi hermana para proteger su chocolate, según yo lo escondió en la bolsita de en frente que tienen los overoles tipo Chuky.

Todo esto vino porque ayer mi hermana me dejó una tableta de vaquita wong con un mensajillo burlón que rezaba algo así: “‘pa que dejes de chillar”. Ya dejé de chillar. No le guardo rencor a mi tía en absoluto. Pero cada vez que la delgada lámina de chocolate de una vaquita pasa por mi elocuentísima boca siento que ninguna se le comparará en sabor a aquella, que seguro sabía mejor, porque la vaquita wong no es tan buena.

Gracias por leer.

PAZ