Antes de ser músico, soy melómano; incorregible, ingobernable y criticón. Y hace un par de semanas, fui con uno de mis compañeros de ruta más importantes a realizar una entrevista a un profesor de armonía, y director de orquesta del CENART.
En realidad era una entrevista de Gee López (tal vez lo recuerden en blogs como el Perfecto Extraño), yo sólo fui a auxiliarlo a cargar la grabadora que pesa como 40 kilos y tiene 38 kilómetros de cinta magnética en sus carretes… JA!
Pero al llegar a las instalaciones ubicadas en río Churubusco nos adentramos en un oasis repleto de salones hermosos, de donde el sonido de un Piano al fondo de un pasillo, te hacía sonreír tímidamente, luego al seguir caminando escuchas unas vocales sopranos cantando alguna escala mayor; al seguir y tu curiosidad es mucha, te asomabas a un salón en donde en vez de mochilas en el perchero como de primaría, veías una repisa con 7 contrabajos iguales. En la planta baja había un salón más grande de percusiones, de todas las que se quisieran encontrar, y luego yo, que soy un vulgar baterista, pues andaba como Homero en la tierra del chocolate…
En fin, realmente unas instalaciones muy bonitas con salones bien equipados. En la entrevista, el Director Galarzas, nos dio una cátedra de algunos de los acordes que existen. Bastante educativa nuestra estancia en el CENART.
Pero luego, dije:
-
Oye, pus hoy es martes, no? Vamos al tianguis del músico?
-Ooooorale!
-Pues ya que andamos por acá-mbaro, no?
(Ya que para nosotros, Tasqueña es casi del otro lado de Tenochtitlan…)
-Y sabes llegar –le pregunté al Perfecto Extraño-.
-Pus creo que estaba luego luego saliendo del metro.
-Pus vamos, a ver qué vemos!
-Pus ya’stás!
Y entre el pus y el pus, “pus” que fuimos. En plan de Estrellas de Hollywood cuando se van a
Rodeo Drive a hacer sus compritas, sólo que no compramos nada. La patria andaba pobre (y cuándo no).
Pero lo bonito del asunto es haber estado con un hombre que ha vivido de la música de cámara, de composiciones clásicas, de enseñar armonía y de amar obras tales como
La Consagración de la Primavera de Igor Stravinski o
Tristan und Isolde de Richard Wagner; a llegar con un güey de 45 años con la mata larga homenajeando al Tri o al Haragán y compañía, vendiéndonos un amplificador madreadísimo por 1800 varos.
No digo que esté mal, ninguno de estos dos lados de la música, sólo digo que la música es tan ecléctica y tan hermosa en casi todas sus variantes, que el efecto que puede dar, aunque distinto, siempre será el enamoramiento de la disciplina; así toques el fagot en la sinfónica de Londres, o las liras bien distorsionadotas y machacantes, en una banda de Rock subterránea.
Y como diría el slogan de los “Discos Torre” No Music No Live.
Y bueno, ya regresando al mundo del los vivos, en el sistema colectivo Metro con todo y sus vagones más modernos que los de otras líneas, justo enfrente de mi una persona de avanzada edad, quiso seducirme con la cremallera abierta al saberse autor de su perversión.
Le tomé una foto, pa' que no se ande con sus prácticas exhibicionistas y menos enfrente de un hombre respetable que cada día se acerca más y más al infierno...
Enjoy!
