Tu cabeza en mi hombro....
Y pues me subo al metro para regresar a mi casa después de otro de esos días en los que me entono en mi modo de turista por mi ciudad y me voy con Gabriela (fruslerías) a dar un paseo por el centro y a saciar nuestro morbo, también a aprender nuevos trucos para satisfacer nuestros instintos licántropos.
En fin, fuimos a la exposición de los asesinos seriales de todos los tiempos, desde Erzebeth Bathory hasta Juana Barraza. Pasando por John Wayne Gacy, el gran Albert Fish con su cocina gourmet y el gran artista y decorador de interiores Ed Gein con sus genitales femeninos colgados en la pared (para añadir un toque femenino a su casa), y uno hasta con manecillas de reloj, mecanismo y todo.
Ese día reímos al ver un video en el que Chikatilo sacudía el pene frente a la muchedumbre que clamaba justicia en el tribunal, mientras él ponía sus ojos de loco. Seguimos riendo mucho, a la fecha.
El caso es que la exposición estaba muy educativa. Muy divertida. Si pueden vayan a verla.
Y bueno, el día no terminó ahí. Al menos no para mi, quizá para la mocosa que estaba sentada al lado de mi, repasando la tabla del 7 y la lista del encargo de su mamá; que tuvo a bien encontrar un brazo fornido a su lado para recargarse cómodamente mientras el tren avanzaba y mientras soñaba con aparecer en una novela con Cirilo y Jaime Palillo. Que no tuvo reparo alguno en posar su cabeza en mi hombro, que de por sí brinda consuelo a mis amigas y amigos en los tiempos tristes; que brinda soporte a las amigas y amigos, que, dando tumbos, se sujetan a ellos para que lleguen al baño o a un sillón a reflexionar lo mucho que han bebido. Varias historias guardan celosamente mis hombros, pero nunca había pasado con una desconocida.
No sé cómo debo reaccionar, muchas veces sabemos de alguien que fue manoseada(o) en el metro, pero mi contacto fue a otro nivel. Quizá me topé con una froterista profesional, que mientras descansaba su inocente y relamida cabeza en mi hombro, experimentaba una serie de orgasmos que disimulaba con sonoros ronquidos. No lo sé. De hecho me sigo sintiendo sucio.Tengan cuidado.
Gracias por leer y por dejar su oportuno comentario (o si eres esa niña, deberías ofrecerme una disculpa, o mínimo invitarme un postre).
La verdad no me quedé ni maravillado ni anonadado, ni contemplé la suicida imitación de
Coches enganchados en un riel, automatizado, siendo arrastrados a que la mugre, que
O bien, alguna fiesta en donde todos usemos máscaras y capas negras, que para entrar necesitemos alguna clave como: Fidelio, y al final de cuentas sea una hermosa orgía organizada, quizá por el "embajador" o por algún otro potentado excéntrico, mientras un pianista toca con los ojos vendados y las mujeres no vistan más que una pequeña tanga.




