El miércoles pasado (de hace muchas semanas, porque este texto lo escribí como dos meses atrás) iba en mi Lamorghini Murciélago a 300 km/hr por las calles de la zona rosa a las 6 de la tarde, camino a ver a la mujer que me compró en una subasta de solteros codiciados en pasados meses, cuando recibí una llamada de dicha personita, que me pedía, por alguna extraña razón, que le llevara pizza con chocolate, que’sque tenía mucho antojo de eso… OK le dije.
Frené aparatosamente quemando llanta y devastando el puestiche de dulces de una viejita pobre, cuando tenía a la vista el expendio de pizzas. No era ni Hut ni Dominó, la verdad no recuerdo el nombre, según yo es la misma pizzería que está en la condesa, donde las rebanadas son cuadradas… (inserte el nombre).
Bueno, a nadie le importa el nombre de la pizzería.
El caso es que le digo al tendero: ¿…tienes de anchoas?
Y el obtuso muchacho cuyo rostro era adornado por unos anteojos gigantes, frunció el ceño, que se ampliaba con el vasto aumento de sus lentes, y dijo (con voz de Juan Topo): ¿de qué?
-De, anchoas, ANCHOAS, tú sabes…
-¿Qué es eso? – replicó como si le hubiera pedido una pizza de aparatos de Golgi.
-¡Anchoas! –reafirmé molesto- ¿qué no viste los Gatos Samurai?
No, él nunca había visto a los Gatos Samurai, nunca había probado el aderezo de la ensalada César, nunca ha comido pizza en un restaurante que no sea donde trabaja o en las de cajón. Él no había.
Mi ticket al infierno ahora lo pone en evidencia: el joven de anteojos es aquel
que no sabe que es una anchoa. ¿Tú creías que tu ignorancia se iba a quedar anónima?
Qué confianza te puede dar un tipo que trabaja en una pizzería que se jacta de ser gourmet, cuando el dependiente no sabe qué rayos es una anchoa. Las anchoas han formado parte de nuestra vida a los que nos gusta la bona pizza.
(suspiro) En fin, sólo quería externar mi temor. No exagero, es miedo, miedo a creer que la estupidez del contribuyente promedio, sea pizzero o sea doctor, está victimándonos día a día. Claro ejemplo son aquellos pocos (más bien todos) los policías que “regulan” el tráfico en alguna tarde lluviosa, por ahí de las 7 de la noche que aún suponiéndose que dirigen el tráfico por algún hechizo malévolo, sólo lo empeoran más (más pior).
Si un pizzero no sabe qué es una anchoa, ¿cómo exigirle al presidente que sepa lo que es gobernar o a la maestra que sepa lo que significa educar?
Gracias por leer
PAZ