Thursday, May 22, 2008

Desagradable

En estos días de ocio, la hora de sentarte a la mesa a comer y a convivir, es un momento apacible y agradable.
Pero luego esas personas mezquinas llamadas publicistas arruinan el disfrute de la alimentación, mostrándonos anuncios desagradables al paladar y a todo lo sensato que queda en nuestro ser, enseñándonos gráficas de un ano cuyas hemorroides son curadas mágicamente con un ex presidente de los EE.UU., o con los perenes comerciales de pañales protagonizados por bebés parlantes y elocuentes que se presumen unos a otros sus pañales extra absorbentes y discriminan a los mocosos meones a los que no le compran ese pañal, en diferentes contextos y situaciones “casuales”.
Pero recientemente un anuncio que ha llamado mi atención por lo desagradable que es:


En el que una niña, desprovista de recursos económicos sacia la sed de su hermanito o hijo, que deshidratado yace en la cama, con mucha mugre en la cara, con una lágrima, producto de su lástima y su compasión.

Que afortunado es el chavito que nomás tenía sed y no hambre, sino, su hermana se hubiera visto en un predicamento al tratarlo de alimentar con un miembro, o peor aún -y necesito que usen su imaginación para hacer esta imagen explícita-, la muchacha ofreciéndole al niño un mojón de sus heces tibias para que comiera.

Por cierto, dice: "Ándale no hay pedo, contágiame tu conjuntivitis..."
Tal vez muchos dirigirán trompetillas hacia mí y muchos ceños se fruncirán al leer esto, en señal de desaprobación. Quiero aclarar que no me estoy burlando de la pobreza ni creo que ésta sea motivo de indiferencia. Solamente expreso mi opinión del anuncio, que me quita el hambre.

Sin embargo, la campaña, a pesar de lo desagradable, cursi y profunda, puede servir; así que compren Bonafont.

Gracias por leer y por dejar sus agudos comentarios.
Paz.

(colaboración del Perfecto extraño)

Tuesday, May 13, 2008

No les di otra nomás porque...


Hoy el día empezó a las 5:20 horas, sin caerme de la cama ni por efectos de algún problema climatológico, fue así porque a esa hora puse la alarma infeliz a sonar. Y el motivo de madrugar fue que hoy fui a dar una clase a cierta escuela ubicada en el sur de la ciudad. La clase no era de conquista mundial, ni de sexo tántrico como era de esperarse, fue una humilde plática acerca de la publicidad para unos niños que poco les interesa cómo publicitar un producto o cómo funciona una agencia de publicidad; y aparte la clase sería en inglés.

Ya en el metro camino a mi cita catedrática, mientras repasaba una y otra vez el verb to be, los términos que usaría, y cómo empezaría a dar la plática, me encontraba sostenido firmemente de un barrote buscando desesperadamente una muñeca ajena que portase un reloj para espiar la hora. Cabe mencionar que esta actividad no es nueva, siempre he tenido esa obsesión, porque reloj traigo siempre, aunque sea en el celular, pero no me da la gana sacarlo de mi bolsillo y ver la hora, me gusta espiar el tiempo de las demás personas. Pregúntense por qué, que yo también me lo pregunto, simplemente es una de esas obsesioncillas que disfruto como todo un sociópata en potencia. Otra de esas obsesiones en las que no había caído en cuenta, y me vino a la mente hace unos meses que vi un fragmento de la película “As good as it gets” o “Mejor… imposible”, es que no me gusta pisar las rayas del piso o de las banquetas, digo, no me vuelvo loco si lo hago, o si no estoy poniendo mucha atención seguro que las he pisado muchas veces; pero si estoy caminando atentamente, procuro no pisarlas.

Bien, pues llegué con Dae, mi amiga que me solicitó ese favor, y fuimos a la escuelita (que realmente es una escuelita chiquita). En el salón de clases se llegaron a sentar los escolapios, greñuditos, desaliñados, ruidosos y adoleciendo totalmente de su infancia que quiere permanecer, pero el vello y la voz quebrada no la dejan.

La clase resultó bien, me proyecté mucho en un grupo de muchachitos revoltosos e irreverentes, que hicieron que recordara mis épocas en la secundaria. Pero estoy seguro que importarles mucho los porqués, los cómos y los cuándos de la publicidad, tampoco.
No sé qué habrán pensado de mí esos zagales, han de haber pensado en que se encontraban con todo un monstruo de la publicidad, con toda una eminencia de la mercadotecnia, un engendro mismo de Philip Kotler y San Eulalio Ferrer, pero sería una decepción para ellos saber la verdad. ¡Al diablo!, que no la sepan.

Y en un vagón del metro mientras una botellita vacía de Tonicol rebotaba de pared en pared y de pierna en pierna, al vaivén del metro, mi día como expositor bilingüe y sabelotodo de la publicidad terminó.

A ver ‘ora qué pasa…

Gracias por leer.
¡Liberen al Tibet!

Monday, May 05, 2008

No es lo mesmo

Siento la presión que demanda mi vasto público, sólo pido paciencia. Y para complacer, les dejo esta pequeña especie de convergencia que un día me encontré.
¿quién es quien?