Wednesday, August 30, 2006

Yabba Dabba Dooo!

Algo muy curioso sucedió. Hace como dos semanas, un buen sábado, me fui a jugar boliche con mis amigos, no teníamos mucho que hacer y no estábamos de humor para otra cosa, entonces se decidió que los bolos eran la opción adecuada.
Total, fuimos a un boliche olvidado por la mano de Dios, tierra de nadie, vaya; las bolas estaban peor que han de haber estado las de los Picapiedra... Chafa, bueno, más bien viejo y descuidado. Por cierto no vayan al boliche de las Torres.
Ahí andábamos, esforzándonos por jugar bien, que entre la poca experiencia nuestra y entre que las mesas se apagaban de repente, o las bolas que se quedaban en el misterioso lugar en donde la magia de la automatización no permite que el curioso ojo humano se entrometa. Jugando pues estábamos, conforme nuestros turnos eran indicados por nuestros nombre alterados vulgarmente en las pantallas, pasabamos a dar lo que podíamos, que básicamente era muy poco.

La historia, en realidad no es de cómo casi nos salimos con las zapatos de boliche puestos debido a que nos apagaron el lugar y no nos querían regresar parte del dinero que desatinadamente habíamos pagado antes. Esa tal vez no se las cuente. Lo curioso es lo que pasó a raíz de ello.

Al día siguiente platicando con algunos de mis familiares salió el inocente comentario que desató en gran debate acerca de las diferentes técnicas del juego. Apareció una bola en mi hogar, propiedad de una tía que prometió que había otra guardada en los confines más recónditos de su closet.
Pero lo chistoso fue hoy que vi a otro tío que no había estado en la plática pero bien enterado de mi naciente carrera de bolichista (si es que ese es el término correcto) y me regaló una bola, con su maleta y todo! Lo cual agradezco mucho porque la verdad siempre había querido tener una. Y seguramente nunca me la hubiera comprado.
Ahora espero con ansia la próxima semana, quén sabe; igual me regalan un sombrero como el que tenía Pedro Picapiedra perteneciente a su logia de los búfalos mojados. En fin, mi familia pendiente de mi carrera como jugador de boliche, y todo esto por haber ido a jugar hace 15 días boliche. Espero nunca ir a jugar con ellos, porque se darían cuenta de la verguenza que soy sobre la mesa, y me pedirían de regreso la bola.
Lo que queda ahora es sacarle jugo e ir a jugar más seguido, quién quita y me vuelvo bueno, aunque debo confesar que mi swing ha ido mejorando con el tiempo.
Me pongo a pensar qué hubiera pasado si en vez de ir a los bolos, hubieramos ido a un campo de tiro, o a una carrera de carretas romanas?
Cambio y fuera. Paz.

2 Comments:

Blogger Gabriela/undies said...

Yabba dabba dude man! como diría Kathleen Hanna.
Besos mi Búfalo mojado Ramos jeje.

11:36 PM  
Anonymous Anonymous said...

Yo me pregunto porque si eres publicista no te regalan una cámara o una computadora???? pero deciden regalarte una bola de boliche jajajaaj ¡Que familia!
Hna.

11:03 AM  

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