Wanatos pt.4 y Grand Finale!

Calma calma, ya voy a acabar, ya los voy a liberar del tedio de la historia de estos dos en sus aventuras y desventuras en aquella tierra, cuna del tequila.

Total que ahí estaban los dos nacos, en la ciudad el jueves en la mañana, la misma rutina siguió: Despertador, Edo, su canto en la ducha, su música y su talquito; mientras yo, jetón. Aunque me desperté un poco más temprano pues iba a pasar mi tío por mí por ahí del mediodía. Salí antes a desayunar -claro- pues no funciono muy bien sin alimento alguno circulando por la tripa, y me fui a comprar un café y una dona al Dunkin' Donuts de la plaza Magna, digo, ya para cambiarle un poco.
Mi tío llegó por un servidor al hotel y fuimos a su casa. Comí delicioso con casi toda la familia de allá, y básicamente la tarde me la pasé jugando con mi primito de tres años, que nos entendemos chido, digo tenemos casi la misma edad intelectual, entonces pues habían pláticas profundas entre nosotros. Después de jugar con sus muñequitos de la película de Ice Age 2 y con toooodos sus animalitos de juguete, tuve la oportunidad de saludarlos a todos. Harto gusto me dio verlos, la verdad, son la pura onda (si leen esto mándoles un gran saludo).
En fin, la tarde calló y a las seis estaba de vuelta en el hotel donde quedé de ver a Gabriela y a Edo, el plan era ir a beber, por supuesto.
Nos encontramos un acogedor Pub en donde nos ofrecían cervezas internacionales a buen precio. Entre pintas y pintas de cerveza reímos, lloramos, criticamos y reímos otra vez, gracias a (ahí viene la parte favorita de los tres): Aquiles bailo yo (es un chiste local, lo sé, no les voy a contar como estuvo, pero fue buenísimo).

Las panzas dolieron de la risa de aquel gag, pero en fin, la noche calló, los coyotes empezaron a aullar, los grillos empezaron a, aa, mmmm?, lo que sea que los grillos hagan (inserte onomatopeya del grillo), los meseros empezaron a cobrar y los tecolotes empezaron a cantar, y cuando tecoloti canta, 'l indio muere! (chiste sangrón). Partimos pues del lugar, y en nuestro errático andar me percaté de unas hormiguitas cargando tremendos hojones a su guarida. Sin novedad llegamos al hotel y en unos cuántos minutos mi adorada Gabriela se despidió. Era hora de dormir, arropé al niño Edo, le di su bendición y se volvió a retorcer y a escupir espumita verde, se me había olvidado su gracia -pensé.

Dormimos en un ambiente hostil para nuestros pulmones, pues Edo se había encargado de llenar la atmósfera del cuarto con los vapores venenosos de la nicotina.

De una vez ahí les va el viernes: Nos despertamos temprano, pues teníamos que comprar el boleto de regreso a nuestra tierra, cuna del asalto a mano armada y de la injuria. Nos apresuramos a ir a desayunar como Dios manda al bufette del hotel.
Check out. Taxi. Y partimos de Wanatos. En el taxi el chofer nos enseñó un enorme fajo de tarjetas de presentación de mujeres de la vida galante, muy tarde -concordamos-. El viaje no se los cuento pues fue igual, sólo que ahora di mi atinado shot ventana! oportunamente. Las películas pésimas y otros 542 kilómetros de flora y fauna. Ya cuando estábamos por acá y un poco hartos de las 7 horas que teníamos en el camión me dispuse a doblarle una película protagonizada por Chayanne a mi amigo y compañero de ruta, Edo. Rió.

De vuelta en la ciudad de la esperanza, nos trajo a casa un chofer que había perdido toda esperanza alguna en su ciudad, en la vida, en la política y en encontrar un baño público, pues el viejito se venía aguantando las ganas de desalojar un poco de orina de su marchito y quejoso cuerpo. Una gasolinería cumplió su necesidad y legamos a casa, nefasteados, pero llegamos.

Ya habrá más aventuras, gracias por leer.

Fin.