Kid, el auto increíble

Cuando sales a tomar el fresco, a caminar por ahí, a escuchar a los pajarracos trinar, los perritos ladrar, los elefantes barritar, las sirenas de las ambulancias chillar y a los atorrantes mendigar, los días se ponen bellos, y más sabiendo que es un día laboral, como los que nos obligan a veces a permanecer en una oficina, ganándonos una de las cosas más desagradables que ha inventado mexicano común: “el pan con el sudor de la frente” ¡guácala! Prefiero no comer.

Decía yo que sea por la razón que sea, el hecho de saber que el día en el que paseas es un día generalmente laboral, es suficiente para que incremente su sabor.

Caminábamos pues la dueña de mis quincenas y yo, cuando algo interrumpió los sonetos acompañados de cortejos danzantes, en donde mi sombrero y mis chanclas con bucle en la punta y cascabel, se movían de aquí pa’llá; esto.

La duda de qué rayos era un Kid de seguridad, no nos dejó dormir.

De vuelta a la mansión, en mi recámara de desintoxicación, reposaba mis males por abandonar el uso de heroína previamente, y entre sudores y alucinaciones salió el visitante amigo de todo junkie con DT’s, esta vez, era el Kid de seguridad.

Gracias por leer

PAZ